Familias visibilizan la falta de vacantes en la Ciudad de Buenos Aires
- Paideia
- 26 abr 2019
- 3 Min. de lectura
Por: Juan Zamprile
SE MANIFIESTAN UNA VEZ POR MES
El colectivo La Vacante es un Derecho reclama al Gobierno de la Ciudad la falta de lugares disponibles para los niños en las escuelas públicas.
A solo tres cuadras de la casa de Gobierno se escuchaba: “Hola don Pepito, Hola don José”, mientras el colectivo La Vacante es un Derecho se concentraba durante la mañana del jueves 11 de abril. Se trata de un grupo de 30 familias unidas para protestar acerca de la falta de vacantes en el nivel inicial de las escuelas públicas.
Alrededor de las 9.30 la lluvia cesó. Los primeros en llegar levantaron el gazebo blanco, colgaron las banderas e instalaron el equipo de sonido en la vereda de la Av. Paseo Colón 255, enfrente al Ministerio de Educación e Innovación. Media hora después, alrededor de 40 personas estaban reunidas y listas para comenzar. Padres, madres, hijos y docentes con pecheras del movimiento. De fondo, se veían los autos y colectivos que transitaban rápidamente sobre la avenida, se escuchaban bocinazos y máquinas trabajando en la Plaza de las Armas Ejército Argentino, al otro lado de la avenida.
"Gracias a la lucha de La Vacante es un Derecho obtuvimos lugar cinco días antes de empezar las clases y vengo acá porque sigo acompañando la lucha de los que todavía siguen esperando", contó Betiana (38). (J.Z)
La manifestación había sido convocada el día anterior a través de las redes sociales del movimiento. “Estamos acá porque hay 22 mil chicos y chicas sin vacante en las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, tenemos ganas de que nuestros pibes puedan cumplir con su derecho y puedan entrar a la escuela”, sostuvo Micaela López (33), madre de León, docente y fundadora de La Vacante es un Derecho. Varios periodistas capturaban imágenes del momento mientras los transeúntes atravesaban la manifestación a pasos acelerados y con la mirada en el suelo.
El cielo comenzaba a despejarse y los rayos del sol iluminaban la carpa. Al sonido de las puertas que se abrían y cerraban en el metrobús se le sumaban canciones como “El Monstruo de la Laguna” o “Bate con la cucharita” de los Canticuénticos. Los miembros del colectivo juntaban firmas para el documento que sería entregado en el ministerio. “El Gobierno no nos escucha, no nos recibe, no hay respuestas, les venimos a traer las listas de los chicos que no tienen vacantes”, aseguró Eduardo López (54), secretario general de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE).
Las puertas del Ministerio de Eduación e Innovación de la Ciudad de Buenos Aires permanecieron cerradas durante toda la manifestación. (J.Z.)
A las 10.30 se pausaron las canciones y López comenzó a hablar por el micrófono mientras se escuchaba la sirena de una ambulancia que pasaba velozmente por la avenida, luego le siguió Lorena Pokoik, legisladora por Unidad Ciudadana de la Ciudad de Buenos Aires. “Este es un gobierno de negocios que dejó de lado a la educación pública”, declaró Pokoik, abrazaba con Micaela Lopez. Además de manifestarse una vez por mes, el movimiento va a la justicia, a la defensoría del pueblo y realiza petitorios. “Esto se formó entre mamás y papás, es una organización que ya tiene cuatro años. Nos asociamos con un estudio de abogados que nos asesora para entrar en juicio”, contó Mariana (41), madre de un Sofía (7).
Unos minutos después, las mujeres pegaron unas palabras en las puertas del ministerio: “30 días de clases, 22.000 ninxs sin vacantes”. “El gobierno actual trata de hacer un vaciamiento en la educación pública para llegar a privatizarla, esa es su política”, explicó Érica Nielsen (51), maestra de grado en una escuela de la Villa 31, mientras acomodaba su delantal.
Alrededor de las 11.30, Micaela López tomó el micrófono y pronunció unas palabras de cierre, alentó a seguir luchando por los derechos de los niños y niñas que no tienen la posibilidad de ir a la escuela. Agradeció a los diferentes grupos e instituciones que los acompañan todos los días y aseguró que no iban a descansar hasta lograr la resolución del problema.
Luego de unas fotos, saludos y abrazos comenzaron a desarmar la carpa, a descolgar las banderas y desenchufar el audio. En unos minutos ya se habían ido. Solo quedaron unos folletos del movimiento tirados en el suelo, los transeúntes volvieron a caminar con normalidad.
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