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Isabel Bompet, la mujer que dedicó su vida a la educación pública

  • Foto del escritor: Paideia
    Paideia
  • 5 abr 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 6 abr 2019

Por: Sofía María Fazio

Encontró la trascendencia en la enseñanza


Llegó de casualidad y se quedó para siempre. Isabel Bompet encontró su pasión por la educación y hoy sigue trabajando por la justicia educativa.


“Siempre traté de ser coherente entre mi decir, mi pensar y mi hacer”, confiesa Bompet. (Foto: archivo personal)

La Escuela de Maestros es un espacio de formación continua para el desarrollo profesional docente de la Ciudad de Buenos Aires. En ella, entre paredes húmedas y montañas de resmas de papel, trabajan apasionados hombres y mujeres. Sin embargo, entre ellos, Isabel Bompet se destaca por su trayectoria, fuerza y convicción. “Siempre me gustó ser buena en lo que hacía. Me gusta el reconocimiento”, confiesa. No necesita ser nombrada con el apellido: en la oficina, ella es Isabel.


Bompet tiene 65 años. Es menuda y de humilde estatura, pero su personalidad, opuesta: es poderosa, imponente y luchadora. Comenzó su carrera cuando tenía 21 años y admite que “no fue una elección genuina”. De todas formas, la eligió y se enamoró. Quería tener tiempo para formar una familia y no encontrarse 8 horas en una oficina, así que imitó los pasos de su hermana mayor y, con gran asombro, descubrió que la docencia le fascinaba.


“En la educación, los vínculos son lo más importante”, explica Bompet. (Foto: archivo personal)

Dedicó su vida entera a la educación pública. En ella, vio una “mística”, la igualdad de oportunidades y la justicia educativa. En el año 2000 asumió como directora del Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas Juan Ramón Fernández: una institución con nivel primario, nivel secundario, nivel superior, postítulos, convenios con universidades extranjeras, cursos de extensión de idiomas y más. Acababa de ser intervenida y, aunque fue uno de los mayores desafíos de su vida, así aprendió a trabajar en la diversidad y a enriquecerse de las diferencias.


Hoy, lo primero que hace cuando llega a su casa es sacarse los zapatos, cuentan sus amigas. Isabel Bompet vive el día con gran intensidad. No sigue dando clase, pero ahora trabaja planeando permanentemente dispositivos de formación para aquellos que quieren ser directivos en la Ciudad de Buenos Aires, los que acaban de asumir y los que ya están en el cargo. Un trabajo que articula la micropolítica, las políticas educacionales, los lineamientos jurisdiccionales, las necesidades de las áreas, las necesidades de los profesores, las necesidades de los directivos y las necesidades de las escuelas. Un empleo que, en definitiva, tiene como destinatario al alumno.


“Es que la docencia, en particular, tiene algo del orden de la trascendencia”, explica. Más de una vez la pararon en la calle para agradecerle por haber sido su maestra, directora o rectora. Bompet admite que su profesión es dura y demanda mucho tiempo, energía, corazón y muchas horas de trabajo, pero reconoce que está llena de gratificaciones. “Todos somos aprendices”, dice, y asegura que ella no solo enseña o facilita el aprendizaje de los alumnos, sino que también aprende de ellos.


Bompet fue desafiada muchas veces en la vida y siempre pudo salir adelante. Se define como una mujer perseverante y apasionada. Cree que la pasión es el “gran motor de la vida” y el desapego, una actitud ineludible. Ella aprendió a tenerla hace 11 años, cuando pasó de tener tres hijas a tener dos. Hoy, agradece los momentos pasados y los recuerda con alegría y felicidad, pero asegura no querer volver a vivirlos. “No tengo una actitud nostálgica”, afirma tajantemente. “Cada momento es especial en ese momento. Me gusta cerrar las etapas bien”, continúa. Y, entre techos resquebrajados y bibliotecas desprolijas, concluye: “No me gusta estar en la zona de confort todo el tiempo”.




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